18 Pero de no haberse dejado arrastrar ellos por los muchos pecados,
el mismo Antíoco, como Heliodoro, el enviado por el rey Seleuco para
inspeccionar el Tesoro, al ser azotado nada más llegar, habría renunciado a
su osadía.
19 Pero el Señor no ha elegido a la nación por el Lugar, sino el Lugar
por la nación.
20 Por esto, también el mismo Lugar, después de haber participado de
las desgracias acaecidas a la nación, ha tenido luego parte en sus beneficios;
y el que había sido abandonado en tiempo de la cólera del Todopoderoso,
de nuevo en tiempo de la reconciliación del gran Soberano, ha sido
restaurado con toda su gloria.
21 Así pues, Antíoco, llevándose del Templo 1.800 talentos, se fue
pronto a Antioquía, creyendo en su orgullo que haría la tierra navegable y el
mar viable, por la arrogancia de su corazón.
22 Dejó también prefectos para hacer daño a la raza: en Jerusalén a
Filipo, de raza frigia, que tenía costumbres más bárbaras que el le
había
nombrado;
23 en el monte Garizim, a Andrónico, y además de éstos, a Menelao,
que superaba a los demás en maldad contra sus conciudadanos. El rey, que
albergaba hacia los judíos sentimientos de odio,
24 envió al Misarca Apolonio con un ejército de 22.000 hombres, y la
orden de degollar a todos los que estaban en el vigor de la edad, y de vender
a las mujeres y a los más jóvenes.
25 Llegado éste a Jerusalén y fingiendo venir en son de paz esperó
hasta el día santo del sábado. Aprovechando el descanso de los
judíos,
mandó a sus tropas que se equiparan con las armas,